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Toda una vida bajo la sombra de una estrella gris,
creciendo ajeno de amor, sediento de fe.
Sanando heridas con recuerdos
que nunca existieron.
Ilusionándome con caricias falsas…
Con miradas que esquivaban mi rostro,
mientras me besaban…
Con frases que sólo tenían sentido,
cuando era yo quien las escuchaba.
Toda una vida pensando en ti.
Para luego perderte,
para ser parte de un final ligado a la soledad.
¿Cómo reaccionar ahora?
Si el sentido de mis días
gira en torno a una paz
que no posee colores.
Tú, único motivo de razones ilógicas al mundo.
Tú, droga que nace de la luz,
del amor verdadero,
de la condena mundana.
Tú, mi vestimenta,
mi sabiduría,
mi YO libre.
Al cielo agradezco, pues,
las lluvias siempre se dieron al campo,
aun cuando el desierto que se consumía en mí,
adoptó el rojo para dar paso a la muerte, al fracaso.
Te fuiste,
y el camino que tomaste de regreso a casa
algún día buscará hallarme.
Porque el error fue la solución
que esperaba encontrar junto a ti.
¿Qué iluso?
¿Qué tonto?
Me encuentro contando los segundos para conciliar el sueño,
y ya en ellos, el monstruo que nació de esta inédita realidad
se adueña de mis deseos…
Esclavizando cada situación,
maquillando hasta el más infantil cuento.
Necesito que acaricien la sangre que hay en mí.
Necesito dejar de necesitar.
Necesito una palabra que pierda su sentido
y se desnude para inmortalizar la verdad.
Necesito de un café mientras suenan las campanas.
Necesito que el amarillo del día cobije mi cuerpo,
cuando al amanecer mientras hago el amor,
seas tú a quien beso.
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