.
.
.
Te veo tocar el piano mientras el reloj arrastra las doce.
Oscurece y mi necesidad de regresar a casa muere por primera vez.
Dejo caer mi humanidad para aceptar que aveces los planes pueden fallar.
Trato de no ir más allá de tu YO INTERIOR,
pero lamento que en este juego de dos hoy soy el perdedor.
Dime que puedes sentirlo como lo siento yo.
El peso es muy fuerte para cargarlo solo.
Ven y dame una mano mientras me alimento de ti.
Como si este fuese el último día de mis días,
mírame a los ojos y dime que sí.
Te has adueñado de cada lugar, ya no existe espacio infinito.
La luz de tus ojos iluminó mis habitaciones oscuras
y ha enceguecido la soledad que existía en mí.
Miro al cielo y decepcionado acepto que no existe nada más que ver.
El viento migró muy lejos, posees mis fuerzas terrenales, confundes mis necesidades
y haces de mí lo que yo planeaba hacer de ti.
Hay versiones de mí que aún desconozco.
Versiones humanas que me asustan, que me alejan y que hoy te pertenecen.
Versiones que alimentas de carne y sangre,
que tu resucitas y me tienen de rodilla frente a ti.
Como un niño frente a ti.
Como un torpe frente a ti.
Como humano frente a ti.
Como lo que soy frente a ti.
.
.
.